Dentro de la mente del pintor bullían las ideas. Los lirios hacían cábalas y discutían sobre el lugar en el que les gustaría ser ubicados.
Naturalmente todos deseaban un lugar sereno y tranquilo, con suelos limpios de contaminación, junto a un lago y a ser posible en las faldas de una montaña para estar protegidos del viento.
Sin embargo el pintor no escuchaba. Nada de esto le parecía interesante. Colocaría los lirios según su intuición le fuera orientando. ¡Qué importaban esos pensamientos…! Él era el creador, ellos su obra, sus hijos. Tenía todo el derecho a decidir dónde los situaría.
El de Van Gogh y este pintado por mi!
No hay comentarios:
Publicar un comentario